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RESERVAS: ÚLTIMA DEFENSA

4/27/2015

LEÓN BENDESKY

El banco central tiene el mandato de preservar el valor de la moneda, es decir, su poder de compra. Cuando esa capacidad se merma por efecto de la inflación, se distorsiona la estructura de los precios relativos y entre aquellos que más se afectan están los salarios.

Además de los diversos instrumentos que se usan para mantener el valor de la moneda y que constituyen la parte técnica de la política monetaria, su efectividad está estrechamente vinculada con la confianza en la actuación del banco central.

Crear confianza entre los agentes económicos emana de la técnica, pero siempre tiene un filón político. Así como el banco central es el prestamista de última instancia en el sistema financiero, el filón político es, de igual forma, el basamento de última instancia de la estabilidad financiera.

En materia del dinero y de las transacciones financieras el juego no se caracteriza por ser de suma cero, en cambio, usualmente unos ganan más que otros. O de plano hay quienes pierden. El dinero y sus circuitos expresan la relaciones sociales que se plasman en los distintos tipos de ingresos, incluyendo los del gobierno. El dinero las expone tal como son en el terreno del mercado.

El Banco de México ha invertido mucha energía para granjearse la confianza, pero esta no se distribuye equitativamente entre quienes invierten, ahorran y consumen. La inflación, aunque sea de 3 por ciento al año, desgasta el ingreso de aquellos que tienen menos posibilidad de defender su ingreso. Esto se agrava cuando la producción y el empleo crecen de manera insuficiente.

También ha invertido mucho dinero para sostener dicha confianza. Se han acumulado casi 200 mil millones de dólares de reservas internacionales a las que se añade una disponibilidad del orden de 70 mil millones de una línea de crédito flexible del FMI.

Esos 270 mil millones de dólares son una especie de seguro que tiene el banco para amortiguar una eventual salida de capitales y la consiguiente depreciación del peso frente al dólar. En lenguaje de banco central se dice enfrentar alguna contingencia. Tener esta reserva tiene un costo, y ahora tendrán que usarse de una manera que no genera actividad económica, ni riqueza.

La contingencia principal es hoy la subida de las tasas de interés en Estados Unidos, que exigiría el alza de las tasas en México para evitar la salida de capitales. Tal alza es esperada por todos desde hace ya varios meses. Hasta ahora el banco mantiene su tasa de referencia alrededor de 3 por ciento. Esto significa que ahorrar en pesos tiene un rendimiento real negativo, vaya cuesta ahorrar y esto no refiere a ningún sentido figurado.

La disyuntiva es cuándo y cuánto se moverá la tasa y, entonces, el dilema estriba en determinar el momento oportuno para actuar de manera defensiva. Por ahora se ha decidido esperar respaldándose en las abultadas reservas internacionales.

Lo que está en juego es el desgaste del valor del peso por la presión del cambio del diferencial de los rendimientos de las tasas en dólares y en pesos. Este es un proceso que arrastra la salida de dólares y tiende a la depreciación del tipo de cambio, efectos que se pretende atemperar también con esa reserva. El orden de la magnitud es impredecible, el banco y la Secretaría de Hacienda sostienen que alcanza para sostener la estabilidad financiera. En realidad no se sabe.

Lo que parece significativo es que el mismo banco central haga explícito que usará la reserva para sostener la salida de dólares y que además financiará parte de tal salida apoyando el tipo de cambio, es decir, abaratando su costo, o bien, cuando menos, previniendo que se devalúe demasiado. Por eso se ha hecho alguna comparación con el escenario de 1994.

Esta es una manera de mantener la confianza de quienes han invertido en pesos pero que finalmente lo que quieren es dólares y, por supuesto, más de los que pusieron al inicio. Es ya un proceso cada vez más precario.

La confianza en el banco central se debilita. El entorno externo se ha tornado más adverso: caída drástica de ingresos petroleros, insuficiente recuperación de la industria en Estados Unidos, ciclos desfasados de la política monetaria de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón. Internamente una expansión económica demasiado lenta, con letargo de la inversión y del consumo y con mayor nivel de deuda interna, mucha de ella en manos de inversionistas extranjeros. Este es el atorón con el que se describe la situación actual.

La expectativa es que se eleven las tasas de interés, que haya un impacto en el alza de la inflación, que fluctúe el tipo de cambio y tienda a depreciarse el peso. Todo este proceso será financiado con las reservas y las expectativas se medirán contra la capacidad de resistencia.

La confianza necesaria en el banco central no se gana sólo a golpes de técnicas financieras. Hay un componente destacable en la política económica que enseñaba Charles Kindleberger con insistencia, aunque sin suficiente reconocimiento de sus colegas, y es que en gran medida es un arte.



*Artículo publicado en La Jornada el 27 de Abril de 2015.

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