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EXTRAÑOS ESPÍRITUS ANIMALES

5/26/2014

LEÓN BENDESKY

No es común que haya tanta expectación sobre la medida del producto. Este solo hecho es significativo, pues indica que no se trata sólo de un problema técnico de gestión de la economía y, entonces, un asunto exclusivo para los expertos.

Tal expectación es el foco del estado de ánimo prevaleciente, eso a lo que se llama las expectativas con respecto a la política pública. Concierne al uso de los recursos que administra el gobierno y de los que disponen los negocios y las familias. En última instancia se trata de los mismos recursos, pero con distinta apropiación y utilizados con criterios diferentes. Si tales criterios se distancian, las expectativas se deforman.

Luego de más de un año de gobierno y de una etapa de rápidas y ambiciosas reformas, los espíritus animales que definen las acciones de los agentes sociales no se alinean con los actos de gobierno. El año pasado el nivel de la actividad económica creció muy poco; la recuperación propuesta para este año sería de 3.9 por ciento.

Pero el resultado de la medición del producto en el primer trimestre fue de 1.8 por ciento y la Secretaría de Hacienda tuvo que bajar prontamente su estimación anual de crecimiento a 2.7 por ciento. Puesto que estas cuestiones distan mucho de ser exactas, no ofrece prácticamente un cambio con respecto al promedio anual de las últimas dos décadas.

La expectación sobre el comportamiento de la economía fue provocada por la misma estimación original del gobierno. Esta se fue contrastando durante lo que va del año con las condiciones deprimidas de la producción, el gasto en consumo e inversión, las exportaciones y la generación de empleo.

Tanto el Inegi, que mide el nivel del producto, como el banco central encargado de la gestión monetaria, habían indicado con antelación que la dinámica económica estaba por debajo de lo esperado. Sobre lo mismo insistían las organizaciones empresariales y así lo mostraban las encuestas a consumidores y negocios.

La resistencia a acomodar de modo abierto las expectativas de la gente y a discutir los efectos de la políticas aplicadas desde el año pasado sólo provocó que la revisión hecha el viernes pasado aparezca como una debilidad. Así se advirtió al presentarse la nueva y no irrelevante estimación oficial a la baja del crecimiento.

Hay un asunto que destaca en las versiones de Hacienda y del Banco de México acerca del proceso de crecimiento de la economía: todos los obstáculos se consideran de carácter transitorio. Así ocurre con la menor expansión del producto de Estados Unidos y que sigue siendo clave para mover la producción en México (en un proceso cada vez más arrinconado en la industria automotriz). Así ocurre con las repercusiones de la política fiscal sobre el consumo interno y que según la interpretación ofrecida ya se están disipando e, igualmente sobre la inversión.

El argumento de la transitoriedad es vago, está sujeto a comprobación y se presta para interpretar lo que sucede de una manera altamente discrecional. Finalmente, todo es transitorio. En la revisión hecha por Hacienda se argumenta que el efecto de los mayores impuestos en el consumo era previsible y la pregunta es, entonces, por qué no se consideró en la estimación original del crecimiento.

En el caso de Estados Unidos como motor de la expansión productiva en México, no deben perderse de vista dos cuestiones. Una tiene que ver con el hecho de que incluso cuando allá se crece a la tasa de tendencia de largo plazo el jalón aquí no ha sido suficiente. La segunda es que hay indicios de que el patrón tecnológico que se está creando en aquella economía no se corresponde con la oferta que se genera acá, lo que se aprecia en las corrientes del comercio con otros países. Una muestra es el reducido nivel general de la productividad interna en el país.

El gasto público se ha ejercido con mayor agilidad en lo que va del año con respecto al anterior, pero eso no garantiza su impacto en el crecimiento. Eso tiene que ver con los proyectos en los que se asignan los recursos, las condiciones de su administración y la manera en que se engarzan en términos temporales y territoriales con los procesos de producción y empleo y la eficacia general del proceso productivo.

En la revisión de Hacienda no se hizo ninguna consideración explícita sobre el efecto en la recaudación del menor crecimiento esperado y las condiciones de las finanzas públicas. Tampoco se hizo una previsión sobre la creación de puestos de trabajo en mercado formal y los niveles de ingreso de los hogares.

Se sostiene que una condición favorable para la recuperación productiva es el bajo nivel de la inflación, pero esto puede ser la expresión misma del reducido nivel de la demanda agregada (consumo, inversión y exportaciones). Se estima que el nivel potencial de crecimiento es de 5 por ciento anual y el aumento del producto está a la mitad, de ahí la menor presión sobre los precios.

La postura oficial es que las reformas en curso transformarán las condiciones generales de funcionamiento de la economía y se transitará a un nuevo y más alto nivel tendencial de expansión del producto. La cuestión sigue siendo romper con el estado crónico de lento crecimiento de largo plazo. Ahora ya se hablará de 2015. De todos modos, las políticas y las expectativas tendrían que alinearse para alcanzar los objetivos propuestos.



*Artículo publicado en La Jornada el 26 de Mayo de 2014

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