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EL ALCANCE DEL DINERO

7/4/2016

LEÓN BENDESKY

El banco central ha reaccionado ante lo que considera un entorno externo riesgoso para el comportamiento de la economía. En efecto, tal escenario no es favorable; está todavía plagado de los elementos provocados por la crisis de 2008 y que no se han superado. Es más, han generado nuevas contradicciones que marcan la dinámica de la acumulación y la estructura social.

Las condiciones vigentes están caracterizadas por nuevos factores que inciden de manera relevante en los procesos de la generación y el uso de los recursos productivos, financieros y de la fuerza de trabajo. En particular, afecta las decisiones de inversión de los grandes capitales que definen sus movimientos internos y transfronterizos y, con ello, el valor relativo de las monedas y la cantidad y el precio del crédito.

Es precisamente este costo del financiamiento, es decir, la tasa de interés, lo que el Banco de México ha decidido aumentar en días recientes. La tasa de referencia (interbancaria) pasó de 3.75 a 4.25 por ciento anual; hace un año era de 3 por ciento.

Para tener una idea de lo que esto significa, dicho valor se contrapone con la tasa de inflación. La atención en el mercado de dinero y de capitales se centra en la magnitud de la diferencia entre ambos indicadores. Hoy la tasa está por encima de la expectativa de crecimiento de los precios. En cambio, en países como Estados Unidos y Japón o en la Unión Europea los rendimientos reales son negativos e incluso lo son en algunos casos los intereses nominales (sin el efecto de la inflación).

La decisión del banco afecta el costo de la deuda de los particulares y del propio gobierno y, con ello, la capacidad y las decisiones del gasto. La deuda pública ha crecido a un ritmo mayor en los años recientes y ahora el costo de servirla –pagar los intereses– es más grande. De la misma manera los préstamos a las empresas, en especial a las de menor tamaño, y el que reciben las personas (como tarjetas de crédito y nómina), serán más caros.

Este instrumento de la política monetaria busca esencialmente, según afirma el banco central, repercutir en el tipo de cambio y, con ello, amortiguar la presión sobre la inflación. La depreciación del peso tiende a trasmitirse al resto de los precios por medio de las importaciones. Los intereses más elevados afectan negativamente al gasto, tanto en consumo como en inversión y disminuye la presión sobre los recursos, reduciendo así mismo a la inflación.

La medida es de tipo recesivo. Acarreará un ajuste a la baja del gasto público, pues se mantiene un déficit primario en las cuentas públicas (antes de pagar los intereses por la deuda). Por ello es que tanto el banco central como los analistas del sector privado anticipan una menor tasa de crecimiento del producto que la originalmente esperada este año.

A este efecto hay que añadir la situación de holgura que existe de manera crónica en la economía y que atempera el crecimiento. Esto quiere decir que existen recursos no utilizados que mantienen el nivel de la demanda agregada por debajo de la capacidad potencial de producción. Una consideración teórica de este tipo, aunque no constituye de ninguna manera una medición precisa indica, sin embargo, que hay recursos de todo tipo desperdiciados, sea que no se usen o estén subocupados.

En general, los indicadores económicos que se recaban muestran que la expansión económica está por debajo de lo esperado. Esto se interpreta como una consecuencia de la insuficiente recuperación productiva en Estados Unidos, país en el que se concentran predominantemente las transacciones externas de comercio y de inversión. A dicha situación se suma la debilidad de las economías de la Unión Europea (ahora con el Brexit) y la de Japón.

Las condiciones prevalecientes provocan episodios recurrentes de fuerte incertidumbre que tienden a mover las capitales. Estos desplazamientos repercuten de modo adverso en las economías afectadas. Por supuesto tal efecto es mayor cuando los capitales salen. El alza reciente de las tasas trata de frenar la salida que provoca la depreciación del peso.

La capacidad de las medidas monetarias para controlar los movimientos de los recursos y mantener un entorno de estabilidad macroeconómica se ha ido reduciendo y es previsible que continúen los ajustes de tipo fiscal.

Desde la irrupción de la crisis hace más de ocho años aquellas han sido las medidas privilegiadas de intervención, con lo que se ha creado una serie de problemas adicionales en la estructura de los mercados de deuda. Estos, por supuesto, emergerán con un alto costo. Habrá que pagar.

Los banqueros centrales admiten que las políticas monetarias son cada vez menos efectivas para consolidar la recuperación productiva. El gobernador Mark Carney ha dicho que: Una verdad incómoda es que hay límites en lo que el Banco de Inglaterra puede hacer.

En el documento que sustenta la decisión de alzar las tasas se dice que la situación económica interna sigue sostenida por el gasto de consumo, ya que el gasto de inversión es aun reducido. En la medida en que la inflación aumente, este gasto tenderá a frenarse. Por eso la medida está dirigida a contenerla. Pero jalar la cobija descubre los pies.



*Artículo publicado en La Jornada el 04 de julio de 2016.

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